El problema del hambre en el mundo es más un problema de distribución que una falta de producción de alimentos.

Las poblaciones hambrientas se encuentran en los países en desarrollo, no en los países del Norte, donde la producción agrícola supera las necesidades.

Muchos agricultores de los países pobres no tienen suficiente comida para alimentar a sus familias.

Sin embargo, existen soluciones, como la adopción de técnicas agroecológicas sencillas: mejor gestión de los suelos y la materia orgánica, combinaciones y rotaciones de cultivos, mejor gestión del agua, cultivos adaptados a las condiciones locales de suelo y clima, etc.

El aumento de la producción por unidad de superficie permitiría comercializar algunos de los productos y generar así riqueza para las poblaciones rurales, siempre que los productos locales no se enfrenten a la competencia de los productos importados, que son excedentarios con respecto a las necesidades de los países del Norte, se venden a precios más bajos y, por lo tanto, constituyen una competencia desleal.